Guarino está acusado de haber matado por asfixia a Vicenta Ginestar, de 73 años y haberla ocultado en una casilla de gas.
Martín Federico Guarino, de él hablamos, tiene 41 años, nació en Río Cuarto, estudió hasta cuarto año del secundario y en el último tramo de su vida se dedicó a colocar equipos de aire acondicionado y a reparar heladeras en La Carlota.
En esa ciudad vivió durante cuatro años, hasta que la Policía lo detuvo: es el principal sospechoso de haber matado a la maestra jubilada Vicenta Anunciata Ginestar y en caso de que lo condenen recibiría prisión perpetua por la gravedad del suceso en el que quedó involucrado. Peso a todo, Guarino confía en que el viernes que viene, cuando el juicio por jurado popular que empezó ayer en la Cámara Primera del Crimen haya pasado a la historia, el recuperará su libertad y volverá a reunirse con sus hijos.
Asesorado por sus abogados Rolbi Valdivieso y Francisco Del Viso, Guarino aceptó declarar en el inicio del juicio que preside Virginia Emma y en el que también participan las vocales Lelia Manavella y Nora Sucaría, junto a doce jurados populares.
No hubo sorpresa en sus palabras. Lo que dijo ayer el acusado en los Tribunales de Río Cuarto fue lo mismo que ya había declarado en las oportunidades anteriores, cuando fue interrogado. Aceptó tener problemas con el juego. Dijo que frecuentaba el casino y las apuestas de carreras de caballo. Comentó que las veces que ganaba invertía de inmediato ese dinero en dólares, por eso era común que manejara importantes sumas en la moneda extranjera.
El dato no es antojadizo y tiene relación con la causa. A Guarino el fiscal carlotense lo acusa de haber engañado a la jubilada con el pretexto de que le vendería dólares a valores muy por debajo de lo que se manejaba en la plaza. Agregó que luego de haberle hecho algunos trabajos de reparación de electrodomésticos, Guarino se ganó la confianza de la mujer y logró que le permitiera el ingreso a su casa, ubicada a apenas una cuadra de la avenida principal de la localidad.
Una vez en el interior, el acusado habría quedado frente a la mujer, sola e indefensa. En la hipótesis del fiscal, Guarino la desapoderó de una fuerte suma en pesos, luego la ahorcó con una bufanda y llevó su cuerpo por una escalera para ocultarlo en una casilla de gas ubicada en la terraza. Allí, un día después, la empleada doméstica de la docente se toparía con el cadáver.
Los investigadores estimaron que Vicenta Ginestar fue asesinada la tarde-noche del 16 de julio de 2015 en su domicilio de calle Güemes 995.
Antes de tomarle declaración, a Guarino le leyeron esta acusación. El imputado aceptó conocer a la mujer, incluso reconoció que le había vendido importantes sumas de dólares aunque aclaró que la mujer le había dicho que los billetes no eran para ella sino para un matrimonio amigo que por aquellos días viajaría al exterior. Lo que Guarino negó de plano es haber estado con Ginestar el día del crimen. “A ella la vi por última vez el 14 de julio, es decir, dos días antes, y los días que siguieron ni siquiera pasé cerca de su casa”, remarcó.
En su coartada, repasó lo que hacía rutinariamente: señaló que en esos días continuó yendo a apostar a un club donde se tomaban apuestas en las carreras de caballo y que le vendió dólares a otro vecino de la localidad.
Así explicó que en su poder haya tenido un fajo de diez mil pesos, cuando la Policía lo estaba buscando. Agregó que para no ir a la comisaría con tanta plata en el bolsillo decidió ocultar ese fajo en la parte trasera de la heladera de un vecino.
Cuando la Policía allanó su casa y le secuestró distintas sumas, le preguntaron si en algún otro lado tenía más dinero. “Les dije que sí, que la había guardado en una heladera, y voluntariamente acepté que registraran el lugar y sacaran esa suma porque yo no miento, jamás he mentido y quiero que se descubra la verdad”, remarcó.
Después de dar su versión, los abogados de Guarino dijeron que su cliente no aceptaría preguntas del tribunal, ni del fiscal ni del querellante.
Acto seguido, se inició la ronda de testigos. El primero en declarar fue Antonio Ginestar, hermano de la víctima, y uno de los primeros en asistir a la escena del crimen.
A él lo fue a buscar la empleada doméstica porque era el único que tenía llave de la casa y Vicenta no le contestaba cuando ella había ido a golpear la puerta.
Ingresaron por el garage que Vicenta había acondicionado para dictar sus clases de apoyo escolar. Antonio dijo que no vio nada que le llamara especialmente la atención. Acaso el celular de su hermana en el piso haya sido lo único que desentonaba en el ambiente calmo. Su pierna ortopédica le impedía moverse con agilidad al hombre que hoy bordea los 70 años. Fue la empleada la que empezó a registrar las habitaciones. Como estaban vacías, se encaminó hacia la terraza por la escalera. Cuando regresó de allí estaba demudada: “¡No subas, Tony, no subas!”, fue la advertencia de la mujer de la limpieza.
Al hermano de Vicenta no le hicieron falta más palabras para entender que su hermana estaba muerta.
Staff MF Producciones







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